Un Viaje de Transformación y Bienestar
- MIALIFE

- 30 ago 2024
- 2 Min. de lectura

Esta etapa de la vida, a menudo vista como una crisis, puede en realidad percibirse como una oportunidad para el crecimiento y la transformación personal.
Si se aborda con una mentalidad positiva y una buena disposición anímica, esta fase puede conducir a cambios profundos y beneficiosos que impactarán positivamente en el resto de tu vida.
No solo se trata de adoptar mejores hábitos para cuidar de ti misma, sino también de redefinir y mejorar la relación que tienes contigo. Quizás este sea el momento perfecto para priorizarte, para identificar lo que realmente es importante y para enfocarte en tu bienestar integral.
Los estrógenos desempeñan un papel crucial en el funcionamiento de casi todos los órganos del cuerpo. Son esenciales para la producción de colágeno y elastina, lo que explica por qué, al disminuir sus niveles, se experimentan cambios significativos en el cuerpo.
Entre estos cambios, se incluyen la sequedad en la piel, picor, sequedad ocular y vaginal, disminución de la masa muscular, dolor articular, y una redistribución de la grasa corporal, que tiende a acumularse en la zona abdominal. Además, la reducción del metabolismo basal puede llevar a un aumento de la grasa intraabdominal. La falta de colágeno también afecta la calidad del cabello y las uñas, volviéndolos más frágiles.
Las fluctuaciones hormonales que se presentan antes de la desaparición total del ciclo menstrual pueden provocar una serie de síntomas emocionales, como irritabilidad, cambios de humor, llanto fácil, y una mayor tendencia a la tristeza. Estos cambios emocionales pueden también impactar el sueño, haciendo que este sea menos reparador, con despertares frecuentes durante la noche que no siempre están relacionados con los sofocos, lo que a su vez provoca cansancio diurno.
Es importante destacar que los síntomas asociados a esta etapa pueden variar ampliamente entre mujeres; algunas experimentan síntomas más intensos, mientras que otras apenas los notan. Sin embargo, un estilo de vida saludable juega un papel crucial en la mitigación de estos síntomas.
La actividad física regular puede reducir el impacto de muchos de ellos, ayudando a mejorar el descanso, a mantener la masa muscular, a reducir el dolor articular y a manejar mejor el estrés.
Asimismo, una alimentación adecuada puede disminuir la frecuencia de los sofocos, mejorar la distribución de la grasa corporal y reducir el riesgo de osteoporosis y enfermedades cardiovasculares. En resumen, adoptar un estilo de vida saludable en esta etapa trae consigo numerosos beneficios.
Además de la actividad física y la alimentación, es fundamental cuidar otros hábitos como la higiene del sueño. Esto incluye procurar acostarse temprano, cenar de forma ligera y a una hora adecuada, así como evitar el consumo de tabaco y alcohol. Estos pequeños cambios pueden marcar una gran diferencia en cómo se vive y se enfrenta esta etapa de la vida, convirtiéndola en un período de renovación y autodescubrimiento.
